Minas de Libros (Teruel)

[1]​ Desde la liberalización del monopolio (1845), las minas de azufre pagaban un canon al Estado, en función a su tamaño y producción.

[2]​-[3]​ El mineral en estas minas se halla «entre rocas de sedimentación, calizas, yesos y margas».

Estos trabajadores, junto a sus familias, vivían «en el centenar de viviendas construidas por la empresa y en las cuevas excavadas en las rocas», estos últimos «en condiciones muy lamentables», según comprobó el gobernador civil de Teruel (Jaime Ninet) en una visita (1931).

La información proporcionada por Aldecoa Calvo, respecto a las viviendas subterráneas se contradice con la aportada por las hermanas Valero -María y Ángeles-, nacidas en el barrio minero, la primera en 1918, y que vivieron allí hasta el comienzo de la guerra civil española (1936), aunque ellas ya no conocieron a nadie que viviera allí.

Otros personajes vinculas a la explotación minera en 1922 eran: Rafael Clavería, ingeniero-director; Antonio Escudero, presidente del Consejo de Administración, Tomás Castellano y Joaquín Torán, consejeros delegados.

Dichas propuestas fueron aceptadas, quedando su construcción y mantenimiento al cargo del maestro de obras.

Los hermanos mayores –Vicente y Miguel-, además de «arrimar el hombro cuanto pudieron», iban a la escuela.

[15]​ Paralelamente se produjo la entrada en el mercado español del azufre de una compañía norteamericana, la «Unión Sulphur & Co.», de Nueva York, que en 1919 fundó una filial en España, estableciendo una refinería en Tarragona, idéntica a las que dicha compañía tenía en Orán (Argelia francesa), Marsella y Sète (Francia).

[14]​ Tras la guerra civil española (1936-1939), durante la Autarquía y el bloqueo internacional que los aliados impusieron al régimen franquista –y a España-, se dio nuevo impulso al complejo minero-industrial de «La Azufrera» de Libros (Teruel), «aprovechando casi exclusivamente el mineral pobre existente en el retacado de galerías y en algunas escombreras, pero tuvo muy poco éxito».

Existen múltiples testimonios de la vida del poblado minero –María Valero, nacida en el lugar en 1918- refiere:

Había que alimentar el horno continuamente con pizarras, «para que no se apagara y después, cuando comenzaba a manar el azufre, de continuo trayendo gavetas y más gavetas, sin parar...».

[18]​ El carbón de Mas del Olmo se llevaba hasta la rambla de Riodeva mediante carros y desde este punto, junto al barranco del Esparto, se subía a las minas en vagonetas, utilizando un sistema de poleas y cables que izaban los contenedores con el mineral, y también el agua de la rambla precisa para la actividad minera: «En este punto siempre había un hombre, que vigilaba y que se comunicaba con otro que había en la rambla mediante un telefonillo».

[19]​ Junto al transformador eléctrico se hallaba el aserradero y la carpintería, en las inmediaciones estaban las oficinas de la «pagaduría» donde se pagaba a los empleados: hasta hace unos años todavía podía verse la ventanilla, abierta sobre un mostrador de piedra.

Una vez embolsado, pasaban los sacos al almacén, «dejándolos caer por un agujero que había en forma de embudo».

La máquina de tren se guardaba todos los días en su garaje, lugar que servía también para su reparación.

Los testimonios recogidos evidencian que a principios del siglo XX estas cuevas ya no se utilizaban como viviendas, aunque se emplearon como refugios antiaéreos durante al guerra civil española, dado que la actividad industrial allí desarrollada fue catalogado como «industria de guerra y por ende objetivo militar», siendo objeto de bombardeos por la aviación del ejército rebelde, «nacional».

Casi todas tienen sus paredes interiores encaladas, «mostrando un simple jalbegado con algún detalle de azulete».

Lógicamente, «carecían de agua corriente», acarreada en recipientes al uso desde la fuente, «las necesidades fisiológicas debían hacerse afuera, envolviendo después las deposiciones».

Lamentablemente, algunas de estas viviendas han sido restauradas con muy buena fe, pero en un estilo personal y extemporáneo, dándoles un aspecto que nunca debieron tener las originales.

[23]​-[24]​ Se formó un comité revolucionario en el barrio minero, bajo la presidencia de Casto Licer Casinos (1893-1937).

[25]​ La actividad industrial disminuyó, aunque sin llegar a desaparecer, siendo el lugar bombardeado en varias ocasiones por los nacionales –especialmente la zona de minas y hornos-: los habitantes del lugar se refugiaban entonces en las cuevas, viviendas de los primeros mineros.

Vista general del poblado minero de «La Azufrera» de Libros (Teruel) , en los años treinta -lectura-: 1) Escuela pública, 2) Cuartel de la Guardia Civil, 3) Economato, 4) Frontón de pelota, 5) Hornos de azufre antiguos, 6) Plaza pública/campo de fútbol, 7) Tienda (mercería), 8) Ermita, 9) Primera barriada, 10) Segunda barriada, 11) Tercera barriada, 12) Lupanar (barrio chino), 13) Casa sindicatos, 14) Tasca, 15) Hospital, 16) Casa del médico, practicante y directivos, 17) Carnicería y panadería.
Vista de la fachada de la ermita subterránea (oratorio) de Santa Bárbara en el barrio minero de «La Azufrera» de Libros (Teruel) , con detalle de la espadaña, año 2016.
Vista interior de la ermita-oratorio del barrio minero de «La Azufrera» de Libros (Teruel), con detalle del retablo del presbiterio, año 2008.
Ejemplar fósil de Rana pueyoi Navas, «Naturmuseum Senckenberg» Museo Senckenberg de Historia Natural ( Fráncfort del Meno , Alemania), procedente del yacimiento minero de Libros (Teruel)