Su deseo era también que retornaran a la diócesis las obras que el obispo Josep Morgades se había llevado al Museo Episcopal de Vic (inaugurado en 1891).
Riba y Fígols, que pasaron al Museo de Solsona.
Fue un trabajo ingente que dio al Museo Diocesano de Solsona una personalidad propia y sin igual.
Este crecimiento provocó el traslado del Museo hacia los sobreclaustros de la catedral.
Serra i Vilaró fue llamado a Tarragona el año 1925, Mn.
Durante la guerra civil, el comité revolucionario de Solsona presidido por Francesc Viadiu, se hizo cargo del Museo y nombró Manuel Boixader como director.
El patronato posibilitó la remodelación global del Museo, que se llevó a cabo en dos fases.
Joaquim Calderer, y su director técnico Josep Maria Trullén i Thomas.
Paralelamente se realizaron y publicaron los catálogos científicos de sus fondos.
Empieza por las salas dedicadas a la prehistoria /protohistoria, y al mundo antiguo.
Las colecciones de prehistoria y protohistoria del Museo provienen de las excavaciones realizadas a principios del siglo XX por su director en ese momento, Mn.
En este período la estética no se define por unos rasgos característicos en concreto, sino por pertenecer a un período histórico previo a la manifestación artística del arte románico.
Las obras que integran el fondo de arte románico del Museo responden, mayoritariamente, a una temática religiosa y de uso litúrgico, que nos acerca a comprender la vida y las creencias en la Edad Media en el Solsonés y alrededores.
El estilo de todos estos objetos se atribuye al taller del maestro tolosano Gilabert, y es excepcional en la arquitectura del románico catalán.
En lo relativo a escultura en madera, las tallas representan vírgenes policromadas de los siglos XII y XIII que adoptan el característico modelo de sedes sapientiae.
Ambas incluyen en la iconografía los ciclos narrativos de la Encarnación y la Redención.
Por lo que respecta a la pintura mural se presentan dos claros testimonios de este estilo.
Joan Riba creó a mediados del siglo XIX en Cardona y que, tras su muerte, el obispo Riu compró y trasladó a Solsona.