A principios del siglo XX, en 1912, la compañía Naviera Pinillos, una de las más importantes de España en aquel momento, botó el mayor barco mercante del país: el vapor correo translatlántico Infanta Isabel.
Dos años después se botó su hermano gemelo, al que bautizaron Príncipe de Asturias.
Ambos vapores fueron construidos en los astilleros de Kingston, en Port Glasgow (Escocia), por la Russell & Co.
Tal como señala García Novell, a bordo del buque viajaban aproximadamente 600 personas.
La mayoría del pasaje tenía nacionalidad española o argentina si bien también había pasajeros estadounidenses, peruanos y chilenos.
También cabe señalar al niño Juanito, hijo de la por entonces célebre tiple María Santa Cruz.
El proyecto se había concebido en 1908, para estar listo en 1910, para la celebración del Centenario.
Era una noche cerrada de niebla, lluvia, con mar muy picada y fuertes vientos del sudoeste.
La entrada de agua directamente a las calderas provocó una fuerte explosión que condenó al buque.
Los supervivientes que no fueron arrastrados por el transatlántico nadaron y trataron de alcanzar la relativamente cercana costa.
Una estimación de entre 200 y 300 personas perecieron contra las rocas o ahogados en el mar embravecido.
El bodeguero Buenaventura Rosés logró resguardarse en un bote que había quedado a flote.