Y también los partidos políticos catalanes conservadores como la Lliga Regionalista o la Unión Monárquica Nacional.
[4] Además la Lliga dio crédito a las promesas descentralizadoras que había hecho el general Miguel Primo de Rivera, aunque esas expectativas se desvanecieron muy pronto.
[8] Finalmente la UMN se integró en la Unión Patriótica, el partido único creado desde el poder para proporcionar una base social al proyecto del Directorio civil que sustituyó al Directorio militar en diciembre de 1925.
[13] En los meses y años siguientes se aplicó esta política –cuyo lema acuñado por el propio Primo de Rivera era España una, grande e indivisible-[13] que pretendía eliminar la especificidad de Cataluña, para «neutralizar y contrarrestar por la acción del gobierno la labor de desespañolización que con constancia se viene haciendo por ciertos sectores políticos en Cataluña».
[14] Además muchos alcaldes fueron destituidos por haber tolerado o exhibido la bandera catalana, algunos periodistas fueron desterrados, diversas publicaciones fueron multadas o suspendidas y algunas cerradas, y la censura de prensa se aplicó férreamente.
Se prohibió izar la Senyera, cantar el himno de Els Segadors o usar el catalán en actos oficiales, y se limitó el baile de sardanas —las multas podían llegar a las 5.000 pesetas—[5].
[15] Asimismo se prohibió a los comerciantes que anunciaran sus productos en catalán y en enero de 1928 se ordenó a la prensa que no tradujera al catalán las "notas oficiosas" del Directorio civil.
[17] La política de persecución del catalanismo generó numerosos conflictos con diversas instituciones y entidades que se resistían a aceptarla (Ateneo Barcelonés, Ateneo Enciclopédico Popular, Orfeón Catalán, Orfeón Graciense, CADCI, Fútbol Club Barcelona, etc.), y más de un centenar de ellas acabaron siendo clausuradas temporal o definitivamente.
[23] En 1927 Ernesto Giménez Caballero montó en Madrid una exposición dedicada al libro catalán en la que se mostraron seis mil títulos.
Coincidiendo con el viaje del rey a Barcelona, el gobierno prohibió la ejecución pública de la sardana La Santa Espina por haberse convertido «en himno representativo de odiosas ideas y criminales aspiraciones, escuchando su música con el respeto y reverencia que se tributan a los himnos nacionales».
[12] Según este historiador "esta aparente contradicción" puede atribuirse "a un cierto menosprecio [hacia la alta cultura], a una tolerancia forzada o calculada, al talante caprichoso del mismo Primo de Rivera", pero evidencia "unos criterios selectivos intencionados que apuntan a una clara intransigencia por las manifestaciones populares catalanas predominantes" y "a una condescendencia por las actividades culturales más elevadas o minoritarias, inofensivas o poco peligrosas".
Inmediatamente después fueron designados por los gobernadores civiles los nuevos diputados provinciales, todos ellos españolistas y el líder de la Unió Monárquica Nacional, Alfonso Sala Argemí, conde de Egara, pasó a presidir la Mancomunidad.
En marzo habló claramente del «fracaso de la Mancomunidad como órgano político permanente, deliberante y ejecutivo».
Así quedó reflejado en la nota oficiosa que acompañó a la promulgación del Estatuto Provincial, en la que se ponía como ejemplo del regionalismo mal entendido a la Mancomunidad de Cataluña:[30]
[33] Así se fue produciendo un distanciamiento cada vez mayor entre Cataluña y la Dictadura, aumentando progresivamente los conflictos.
Para amenizar el acto se invitó a la banda de música de la escuadra británica, que tocó el God save the King y la Marcha Real, siendo aplaudida efusivamente la primera pieza y pitada la segunda.
Lo dejó patente en diversas ocasiones, como en febrero de 1925 en que en una reunión en apoyo al rey, dejó claro que su presencia allí estaba motivada simplemente por la «afirmación del principio de autoridad y del orden social, familiar y religioso», para añadir a continuación: «Hemos de colaborar con el Estado.. [pero] la Iglesia como Iglesia, el Estado como Estado, el municipio como municipio, el gallego como gallego, el catalán como catalán, el valenciano como valenciano».
También intentó que los sacerdotes catalanes —que según la Dictadura mostraban una «actitud conspirativa»— fueran trasladados «a Andalucía antes de que puedan producir efectos sus manejos», y mientras tanto los sometió a una persecución tenaz.
Según Shlomo Ben Ami, "el Vaticano había decidido sacrificar el ala extremista del particularismo catalán con el fin de salvar sus relaciones congénitas con el régimen más fervorosamente católico —de hecho, ultramontano— de Europa".
[42] Shlomo Ben Ami concluye,[43] Según Eduardo González Calleja, "la persecución oficial a la cultura catalana se tradujo paradójicamente en un renacimiento de la cultura autóctona gracias a la iniciativa privada y al mecenazgo particular", que se tradujo en el fomento de "actividades diversas, como las conferencias en los Ateneos populares, las sociedades excursionistas, las corales o las asociaciones religiosas.
"Con aparentes títulos o temas literarios se encubrieron verdaderas lecciones políticas, lógicamente cada vez más reprimidas", afirma Josep M. Roig i Rosich.
[46] Otro de los medios utilizados para difundir la cultura específicamente catalana fue el teatro que vivió un gran auge durante esos años.
[47] Como ha destacado Josep M. Roig i Rosich, "el hecho de que alta cultura fuera bastante respetada permitió un crecimiento y una difusión muy notables, con un acercamiento de los intelectuales a sectores más populares mediante conferencias, prensa, teatro, etc." Algunos intelectuales sintetizaron esta política con la consigna Catalunya endins!
El presidente Jaume Bofill i Mates, líder del ala moderada de Acció, se exilió voluntariamente en París abandonando cualquier tarea de dirección política, pero sin renunciar al activismo catalanista.
[51] En enero de 1925 Macià se reunió en París con representantes de la CNT y con los nacionalistas radicales vascos aberrianos (que entonces controlaban el PNV) para organizar un alzamiento simultáneo en Cataluña y el País Vasco, que sería apoyado con movilizaciones en otras regiones españolas que contarían con el apoyo de algunos militares.
Se esperaba que esta proclamación provocara levantamientos en otras regiones españolas.
Mientras tanto en Barcelona la policía española, que también estaba sobre aviso, detuvo a otros miembros de Estat Català implicados en el complot.
Macià, junto con otros 17 detenidos por la policía francesa, fue juzgado en París en enero de 1927 siendo desterrado a Bélgica.
[57] A pesar del fracaso, el complot tuvo un amplio eco internacional lo que provocó, según Eduardo González Calleja, que cobrara "una inesperada dimensión época" y diera "origen al persistente mito de l'Avi [Macià], precisamente en el momento de más baja popularidad de la Dictadura y sus cómplices en Cataluña".
En resumen, Primo de Rivera consiguió que con muy escasas excepciones todo el pueblo catalán asumiera como mínimo la opción autonomista.