Durante su reinado, Quedlinburg fue devastado por la guerra de los Treinta Años.
A diferencia de sus predecesores, la princesa-abadesa Dorotea Sofía a menudo se enfrentó al elector Juan Jorge I de Sajonia.
Sin embargo, si el mismo feligrés repetía su pecado, debía enfrentarse a castigos cada vez más severos y finalmente, una derivación al consistorio.
Prescribió que esos feligreses no podían servir como padrinos, ni ser enterrados de acuerdo con la tradición o dentro del terreno consagrado.
Estas decisiones se parecían mucho a la práctica católica anterior.