Faustina (São Paulo)

[5]​ En tercer y último lugar, el relato da a entender que el esqueleto fue extraído en ese preciso instante del lóculo donde reposaba, aunque cabe destacar que la mayoría de los cadáveres ya habían sido retirados de los nichos y almacenados en un lugar aparte, cada uno con su vas sanguinis o reliquia correspondiente, mientras que el hecho de que el guía la identificase como una niña implica que los restos óseos ya habían sido reconocidos como del sexo femenino y, tal vez por su reducido tamaño, como pertenecientes a alguien muerto en la infancia, lo que a su vez llevó a considerarla virgen, rasgo algo aventurado en otros casos puesto que no todas las mujeres enterradas en las catacumbas lo eran, si bien se tendía a calificarlas de este modo sin ningún tipo de análisis de la osamenta, sobre todo si eran jóvenes.

Respecto a la imagen de cera, de factura modesta y escaso nivel artístico, esta representa a una niña vestida con túnica romana y calzada con sandalias, aspecto típico en los corposantos femeninos; la figura, muy intervenida, luce una peluca de color castaño oscuro, con la mano izquierda portando rosas y una palma como símbolo del martirio y la derecha posada sobre el colchón en el que reposa la estatua, cuya cabeza, adornada con un tocado floral, se apoya en un cojín.

El rostro luce ambos ojos cerrados y la boca abierta en un gesto agónico, destacando una gran herida en el cuello pintada de forma algo tosca como signo tangible del suplicio.

Por último, a los pies de la santa se conserva el vas sanguinis, recipiente que contiene tierra o tela empapadas con la sangre de la mártir, hallándose la urna bajo un altar dedicado al Sagrado Corazón de Jesús[4]​  y protegida tras una sencilla reja torneada, con una hucha en el lado izquierdo para depositar limosnas y una banda en el frente con la leyenda «SANTA FAUSTINA».

[6]​[7]​ La práctica de ocultar los huesos en estatuas y de mejorar el aspecto de los cadáveres con coberturas céreas ha llevado a creer equivocadamente que estos cuerpos se hallan incorruptos o momificados, destacando en este aspecto ciertos corposantos así como varios cadáveres de santos y beatos conocidos, tanto los que están cubiertos de cera como los preservados con otros materiales: Santa Faustina en Guanajuato (México), San Florencio en Orizaba (México),[7]​ Santa Inocencia en Guadalajara (México),[8]​ San Aprio en Roma (Italia), San Silvano en Dubrovnik (Croacia),[9]​ San Pascual Baylón en Villarreal (España), Santa María Goretti en Nettuno (Italia) y, más recientemente, el beato Carlo Acutis en Asís (Italia).