A lo largo del siglo XX, la ciudad se esforzó por ampliar orgánicamente su tejido urbano y dotarlo de los servicios necesarios, logrando importantes éxitos pero también afrontando diversas dificultades, al tiempo que desarrollaba una cultura propia, que en ocasiones llegó a influir en todo Brasil en diversos campos, desde la política hasta las artes plásticas.
[5] En la época del Descubrimiento, la región donde se levanta Porto Alegre estaba habitada por los grupos indígenas Guaraní, Charrúa, Minuán y Tapes.
Otros colonos que recibieron tierras en la región fueron Sebastião Francisco Chaves, Dionisyo Rodrigues Mendes y, sobre todo, Jerônimo de Ornelas, a quien se le concedió la sesmaria más importante, la de Sant'Anna, ubicada en el actual Morro Santana, en una parcela que ocupaba desde 1732, instalado allí su residencia y una ganadería.
Junto con las tropas llegó el primer religioso, un capellán militar carmelita, fray Faustino Antônio de Santo Alberto.
El Teatro Pedro II pudo ser construido para sustituir la ópera en desuso, así como un gran mercado público.
Pelo rubio con mechas de colores, ojos azules claros y mejillas rojas: se les veía por todas partes.
La ciudad recibió dinero del gobierno central así como un servicio de telégrafo, nuevos astilleros, cuarteles y mejoras en la zona portuaria.
La Sociedad participó en campañas abolicionistas, recaudando fondos para liberar a los esclavos, y propagó los ideales republicanos.
Entre las atracciones más populares a finales del siglo XIX estaban las corridas de toros y el ciclismo, donde se mezclaban las clases sociales.
En los intermedios se celebraban espectáculos circenses de todo tipo como gimnastas, magos y cantantes.
El Gobernador nombró al Intendente, y Borges eligió sucesivamente a José Montaury para dirigir la ciudad, elogiando su capacidad para administrar con claridad, aliviar el sufrimiento de los pobres y frenar la codicia de los capitalistas.
[3] Sin embargo, las inversiones de la administración pública se concentraron en el área limitada por los distritos 1, 2 y 3, alrededor del centro histórico, mientras que los nuevos barrios populares, como São João y Navegantes, quedaron a la espera de mejoras en las infraestructuras.
[36] No es de extrañar que la fundación de un partido obrero en Porto Alegre, en 1908, fuera vista por los sectores dominantes y conservadores, incluida la Iglesia Católica, como una amenaza al "espíritu público", condenada en la prensa con condescendencia como una falsa utopía, una quimera inspirada en el despreciado socialismo, que recomendaba calma, orden y prudencia a los trabajadores.
Pero el movimiento, aunque teñido por diversas vertientes ideológicas que a veces entraban en conflicto, era lo suficientemente fuerte y unido como para aglutinar inmediatamente a la mayoría de la clase obrera y extenderse por todo el estado, asumiendo una relevancia política crítica.
Otávio Rocha también era castilhista y se empeñó aún más en reformar la ciudad, queriendo convertirla en un "nuevo París".
En 1927 ya había 3.000 automóviles en Porto Alegre, cifra sólo superada por el parque de São Paulo.
Según Maria Teresa Baptista, los ideales positivistas no se restringieron a las esferas de la política y la religión, sino que también influyeron en la cultura.
Poco después se fundó el primer museo del estado, el Museo Júlio de Castilhos, creado en 1903 para albergar objetos que habían sido coleccionados desde 1901 y que estaban depositados en los pabellones construidos para la 1ª Exposición Agrícola e Industrial.
Por otra parte, en esta época las mujeres empezaban a independizarse de la tutela masculina y -a un precio, todo hay que decirlo- se afianzaron en la escena pública, adoptando a veces comportamientos ostentosamente transgresores, como fumar y llevar el pelo corto.
Otávio Rocha, intendente recientemente fallecido fue homenajeado con una calle, una plaza y el primer viaducto de la ciudad.
Al mismo tiempo, se ideó otro modelo para la expansión periférica y horizontal de la ciudad.
Con la continua expansión del tejido urbano, surgieron los barrios de Montserrat, Petrópolis y Partenon, ocupados por la clase media.
Destacan la obra de grandes artistas como Francisco Stockinger, Vasco Prado e Iberê Camargo.
[2] Al mismo tiempo, Loureiro da Silva recuperó la alcaldía con el objetivo de sanear sus finanzas.
En este progresivo empeño, desaparecieron innumerables edificios antiguos, algunos de gran importancia histórica y arquitectónica.
[100][102][103][104] Para Margaret Bakos, estos problemas son, en gran medida, un reflejo tardío del modelo administrativo castilhista practicado hasta la década de 1940, período en el que las soluciones, en su opinión, fueron siempre más improvisadas que debidamente planificadas, y en el que los desarrollos superaban siempre la capacidad de financiación del municipio, generando un efecto bola de nieve en el que la deuda pública aumentaba a marchas forzadas y los problemas quedaban siempre sin solución completa, agravándose con el crecimiento rápido y en gran medida descontrolado de la ciudad.
[106] Al reflexionar sobre la evolución reciente de la ciudad, Charles Monteiro afirma que "Porto Alegre sigue enfrentándose a los retos que el pasado y el presente le han legado, pero parece haber, más que en cualquier periodo anterior, una mayor concienciación y participación de la sociedad civil en el debate y la búsqueda de alternativas viables para hacer frente a todos estos problemas urbanos.
Pero más que eso, la discusión de un proyecto político para la sociedad estaba a la orden del día"[91].
[119][120] En el deporte, algunos de sus nativos ya alcanzaron fama internacional, como Daiane dos Santos y Ronaldinho.
Ocupa el octavo lugar entre las ciudades brasileñas más visitadas por turistas extranjeros,[128] y es una ciudad clave en la dinámica del MERCOSUR.