En casi todas las religiones antiguas existía una cosmogonía que intentaba explicar el origen del universo, ligando este a elementos mitológicos.
Fueron rápidamente utilizados a gran escala por los observadores, como Galileo Galilei en 1609 con su perspicillum apuntando hacia el cielo.
Por definición, no existe información directa o escrita sobre las observaciones del cielo durante el Paleolítico y solo algunos indicios aislados permiten sospechar de ellos.
Esta hipótesis, inicialmente cuestionada en nombre de diversos prejuicios, científicos o no,[2] resulta estimulante una vez que se tiene en cuenta la interdisciplinariedad.
Esas descripciones verificaron el conocimiento antiguo de la representación celestial del disco celeste de Nebra como la disposición precisa necesaria para juzgar cuándo insertar el mes intercalario en un calendario lunisolar, convirtiéndolo en un reloj astronómico para regular dicho calendario mil o más años antes que cualquier otro método conocido.
[17] Entre el siglo VIII y VII a. C., los caldeos desarrollaron un acercamiento empírico a la astronomía, elaborando una cosmología que detalla una versión ideal del universo.
[20] Los principios astronómicos fueron puestos a la disposición de los edificios sagrados, especialmente en las pirámides; pero no se han podido rescatar los métodos utilizados y existen diversas opiniones al respecto.
Algunos documentos permiten profundizar sobre la Ciencia del Antiguo Egipto, más particularmente en lo que respecta a la medicina y las matemáticas.
Europa Occidental entró en la Edad Media con grandes dificultades que afectaron a la producción intelectual del continente.
[60] En el siglo IX, circulaban en Europa occidental técnicas para calcular la posición de los planetas y aunque los eruditos medievales ya reconocieron sus defectos, los textos que describen estas técnicas continuaron siendo copiados reflejando un interés en los movimientos de los planetas y en su significado astrológico.
[74] Basándose en este precepto, los musulmanes comenzaron a desarrollar mejores instrumentos para la observación y la navegación astronómica, dando nombre y catalogando muchas estrellas visibles a simple vista en el cielo, hasta el punto de que hoy en día muchas de esas estrellas conservan los nombres árabes, como Aldebarán (α Tauri), Deneb o Altair (α Aquilae).
A finales del siglo XX el papa Juan Pablo II pidió disculpas al mundo por esta injusticia que su Iglesia había cometido contra Galileo.
[87][88] Ole Rømer colaboró con Cassini en la introducción del micrómetro filar y también tuvo la primera idea de la montura ecuatorial.
Parecía así que los cuerpos celestes, aunque mantenían su órbita establecida a lo largo del tiempo, sufrían múltiples influencias de los demás planetas.
En realidad ya habían sido observadas por otros ópticos, pero Fraunhofer fue el primero en anotar su posición según la denominación de las letras del alfabeto.
Esta teoría, todavía aceptada hoy en día, explica, por ejemplo, por qué los planetas gaseosos permanecieron fuera del sistema, así como su disposición uniforme en el plano de la eclíptica.
Sin embargo, mantiene algunas inconsistencias, por ejemplo no se sabe por qué el material nebular debería haberse agregado.
[105][106] La observación astronómica cada vez más detallada permitió el descubrimiento de objetos celestes diferentes a las estrellas fijas, los planetas y cometas.
[107] En unos pocos años, Olbers descubrió Pallas y Vesta; Juno fue descubierta casi al mismo tiempo por Karl Ludwig Harding.
Sin embargo, después de los cuatro primeros, hubo que esperar unos cuarenta años para ver un nuevo descubrimiento (Astrea, descubierto por Karl Ludwig Hencke).
George Biddell Airy, nombrado director del observatorio de Cambridge, también constató estas discrepancias entre los cálculos y las observaciones, presentando un informe oficial.
Este sistema ideado por Rowbotham, al cual llamó Astronomía zetética, se basa casi enteramente en pasajes bíblicos.
[123] Rowbotham y sus seguidores alcanzaron notoriedad al enzarzarse en debates públicos escandalosos con los científicos destacados de su tiempo.
Tras la muerte de Rowbotham, sus seguidores crearon la Sociedad Zetética Universal, publicando una revista titulada The Earth Not a Globe Review, y permanecieron activos hasta bien entrado el siglo XX.
Herztsprung ideó una teoría clasificatoria de estrellas del mismo tipo espectral según su luminosidad, temperatura y masa.
Pero no solo eso: la observación de objetos lejanos devolvía la visión del Universo tal como era en el pasado.
Shapley también creía que las nebulosas espirales, descubiertas en el siglo anterior por William Parsons, eran parte de nuestra galaxia.
[135] Robert Oppenheimer demostró en 1939 cómo un cuerpo de gran masa, que había consumido su combustible, podría colapsar para formar un agujero negro.
En 2011 este descubrimiento otorgó a los científicos Saul Perlmutter, Brian Schmidt y Adam Reiss el Premio Nobel de Física.
Sus bases se sentaron en 1968 cuando el físico teórico Gabriele Veneziano tratando de comprender la fuerza nuclear fuerte, hizo un descubrimiento sensacional.