[1] Cantabria se asienta en el sector central de la Cordillera Cantábrica.
Dos son los elementos organizadores del relieve cántabro, la montaña y la costa.
Se trata de una planicie más o menos ancha que se extiende desde el borde del mar, o acantilado, hasta las primeras laderas de las montañas.
Su génesis es la de una antigua costa marina, batida por las olas que hoy en día ha quedado emergida a varios metros sobre el nivel del mar, en algunos puntos incluso más de 100 metros.
Estas tierras del interior no se resuelven en un surco prelitoral, sino en una sucesión de valles orientados de sur a norte que organizan la red hidrográfica cantábrica.
Son los valles de Lamasón, Cabuérniga, Buelna, Toranzo, Carriedo, Cayón, Ruesga y Guriezo.
La caliza es omnipresente en Cantabria, por lo que la región es uno de los principales conjuntos kársticos del país, pero también la pizarra, las margas y las arcillas que conforman el relieve de las partes bajas.
Las montañas surgieron de los depósitos marinos plegado durante la orogenia alpina.
En el oeste es mucho más potente, aquí aparecen las mayores altitudes y los mantos de corrimiento, mientras que en oeste son mucho más suaves, y aparecen pliegues suaves, de tipo jurásico, bien directos bien invertidos.
La red hidrográfica se adaptará a las direcciones de esta estructura orogénica.
También aparecen restos de erosión periglaciar, aunque está mucho más desmantelada.
Es una costa dentada, con muchos cabos y rías, pero de desarrollo moderado.
Son ríos que, como muchos otros, nacen en las laderas norteñas de las montañas litorales.
El río Campiazo es un río muy corto que forma la larga y estrecha ría de Ajo. A continuación encontramos el río Asón, que nace en los Collados del Asón y desemboca en el mar en la ría de Treto, cerca de Colindres.
Por último encontramos el río Agüera, que forma la ría de Oriñón.
Pero Fontibre no es más que una surgencia kárstica de las aguas subterráneas del río Híjar.
Los ríos cántabros son de alimentación nivopluvial, con un máximo en primavera y un mínimo en verano.
Con estas características se establece una diferencia muy importante entre el litoral, donde no hay ningún mes de heladas seguras, aunque sí hay dos meses de heladas probables, y las montañas, en las que hay dos, tres, y hasta cuatro meses de heladas seguras.
Las precipitaciones son abundantes, siempre por encima de los 800 mm, excepto en el valle del Ebro y Liébana.
Únicamente en el extremo sur aparecen tres meses de aridez, ya en pleno clima mediterráneo.
La insolación no suele superar las 2000 horas anuales, siendo muchos los días nublados.
Son vientos ya de por sí secos, pero que se resecan aún más al dejar la humedad en la vertiente sur.
Es una situación esporádica que se repite varias veces durante el invierno y son más fuertes si tienen una componente suroeste o sureste, ya que atraviesan montañas más altas.
A pesar de esta circunstancia en Cantabria no son frecuentes las laderas abancaladas.
Estas especies introducidas ocupan las laderas de las montañas más próximas a la costa.
En realidad, prácticamente la totalidad de la marina está transformado y el bosque autóctono se reduce a las más altas montañas.
Esto se debe a que los suelos calizos son peores para la agricultura, y por lo tanto ha sufrido menos la presión antrópica.
En la comarca de Liébana, y en las zonas más soleadas aparece el alcornoque.
El haya, por lo general situado a la umbría, forma bosque de importancia, que tienen una continuidad notable.
En las tierras más altas, pero también en las laderas dedicadas a pasto, aparece la pradera herbácea.