Este hecho dio nacimiento a un movimiento internacional de lucha contra la tortura, en el que tuvo un protagonismo especial Amnistía Internacional, y que culminó con la aprobación por la ONU en 1984 de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.
En la República, como en Grecia, solo los esclavos podían ser torturados, pero únicamente en los procesos criminales, no en los civiles –en el siglo II d. C. también se extendió a este ámbito-.
[6] El ciudadano nacido libre gozaba de inviolabilidad y no podía ser sometido a tortura, pero durante el primer siglo del Imperio se introdujo la tortura judicial y extrajudicial en los casos de traición (crimen laesa maiestatis) por orden del emperador.
El emperador no podía hacer la ley, pero podía establecer excepciones a la ley que no reconocían necesariamente los viejos privilegios del hombre libre, particularmente cuando estaba en peligro la seguridad imperial (o se imaginaba que lo estaba)".
Suetonio relata que "mientras Calígula almorzaba o se divertía, a menudo se hacían en su presencia interrogatorios mediante tortura", Claudio, " siempre exigía el interrogatorio mediante la tortura", y Domiciano, "para descubrir conspiradores ocultos, torturaba a muchos del partido opositor mediante una forma de indagatoria, insertando fuego en sus pudendas, y también les cortaba las manos a algunos de ellos".
A partir del siglo III d. C. la dignitas (el "ser digno de respeto, deferencia y reverencia", como la definió Cicerón, y cuya pérdida acarreaba la infamia e ignominia, que era la peor de las desgracias) solo correspondía al grupo de los honestiores, mientras que los humiliores habían perdido esa cualidad que caracterizó al ciudadano romano durante la República y el Alto Imperio.
[13] El derecho penal durante la Alta Edad Media en Europa, especialmente entre los siglos IX y XII, era "privado".
Estos eran los tres modos de prueba, considerados después "irracionales, primitivos y bárbaros", del proceso penal altomedieval.
"Para superar la falta de un segundo testigo ocular y la presencia de muchos pero nunca suficientes indicia, los tribunales debían recurrir al único elemento que hacía posible la condena plena y el castigo: la confesión.
A partir de 1166 con las reformas introducidas por Enrique II se eliminó la tortura del procedimiento judicial inglés.
[24] La tortura se usaba durante la inquisitio specialis: la "indagación especial o particular" que constituía el juicio propiamente dicho y que comenzaba una vez el acusado del crimen había sido identificado después de la inquisitio generalis.
Las confesiones realizadas bajo tortura tenían que ser confirmadas después y si el reo se retractaba podía ser torturado de nuevo, porque la confesión original se valoraba como un nuevo indicia contra él.
Todo este procedimiento inquisitivo, cuya "prueba reina" era la confesión del acusado, estaba montado en su contra.
En el siglo XIV la jurisdicción francesa distinguía entre la question prèpartoire, la tortura aplicada para obtener una confesión, y la question préalable, la tortura aplicada después de la confesión y cuyo objetivo era obtener el nombre de los cómplices.
Y algunas de estas modificaciones del proceso romano-canónico se acabaron trasladando a los tribunales seculares.
[32] Durante el Antiguo Régimen se siguió utilizando la tortura en toda Europa, a excepción del reino de Aragón y del reino de Inglaterra, aunque en este último estado se aplicó en algunos casos de traición, sedición o delitos similares para obtener información, más que para conseguir pruebas formales, y bajo el estricto control del Consejo privado.
Durante la sesión acompañan al juez, un notario y un médico, pero ningún abogado del acusado.
Lo más habitual es que primero se le muestren al reo los instrumentos de tortura para inducirlo a confesor, en caso contrario el verdugo y sus ayudantes ejecutan el tormento siguiendo las órdenes e instrucciones del juez.
El reino de Suecia fue el primer estado que abolió la tortura mediante una ley aprobada en 1734, pero se mantuvo para determinados crímenes, por lo que la abolición total de la tortura no se produjo hasta 1822.
[38] Otros estados europeos abolieron la tortura por la presión de Revolución francesa o del Imperio Napoleónico.
[40] Pero desde la publicación en 1953-1954 de la monumental obra del historiador italiano Piero Fiorelli La tortura giudiziaria nel diritto comnue y la del norteamericano John H. Langbein Torture and the Law of Proof publicada en 1977, se concede más importancia a los cambios que se produjeron en el siglo XVIII en el proceso penal.
Como señaló John Langbein, citado por Edward Peters: "estaba apareciendo un nuevo sistema de prueba que no requería la confesión para castigar el delito".
Y la consecuencia de todo ello fue que los jueces, como señala Edward Peters, "ya no necesitaron la tortura como una parte integrante e inevitable del procedimiento penal".
[44] En conclusión, desde finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX se construyó un nuevo sistema jurídico basado en la idea de que el Estado ya no otorgaba los derechos sino que protegía los derechos ya existentes.
[48] En cuanto a las causas del resurgimiento de la tortura, Edward Peters señala cuatro factores.
Como consecuencia de esta concepción política todo el sistema judicial alemán fue radicalmente transformado.
[53] En plena Segunda Guerra Mundial Heinrich Himmler autorizó el uso del "Tercer grado" –es decir, de la tortura- contra[54]
La de Vorónezh, por ejemplo, metía a los detenidos en unos barriles con clavos tachonados en su interior y les hacía rodar en ellos.
La experiencia me demuestra que la resistencia del sistema nervioso humano está limitada por la naturaleza".
En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a experimentación médica o científica.