Mitología cántabra

En la mayoría de los casos, su significado más profundo, transmitido de padres a hijos a través de la tradición oral, ha quedado diluido bien porque este se ha ido perdiendo, bien porque los escritores clásicos nos la han transmitido cercenada al no recoger toda la riqueza y mentalidad popular, fijándose únicamente en los cultos y divinidades que guardaban semejanza con los suyos.

En el siglo IV la población seguía siendo pagana en su mayoría, como lo demuestra la presencia de exvotos a divinidades indígenas y las numerosas lápidas funerarias encontradas.

[4]​ Entre los restos de mitos que aún persisten como sustrato en la tradición cántabra, se encuentra el culto a las grandes divinidades protectoras, como es la adoración al Sol, lo cual queda atestiguado en las estelas cántabras encontradas, y en relación con el culto al fuego.

[nota 5]​ Para los antiguos cántabros estas prácticas poseían un origen místico ligado a la creencia en la sacralidad de estos animales[nota 6]​ que algunos vinculan muy estrechamente con la variante del dios Marte céltico solar y que serían su reencarnación.

Así Estrabón cuenta sobre estos que extraían augurios mediante la evisceración de los prisioneros, cubriendo las entrañas con sayos, les amputaban las manos derechas y las consagraban a los dioses.

[13]​ Unido a esta divinidad guerrera aparecen las diosas-madres germinadoras vinculadas a la Luna con evocaciones casi hasta el presente en la que hasta hoy en día posee una clara influencia en el medio rural en las fases de siembra y recogida de cultivos.

[17]​ Gracias a la epigrafía podemos conocer los cultos naturalistas practicados por los antiguos pobladores celtas del Norte y Noroeste de la península ibérica, entre los cuales tenían una especial importancia aquellos relacionados con el agua, las rocas y los árboles.

[20]​ Estas eran sin duda exvotos depositados allí según costumbre también de otros pueblos europeos, lo que sugiere un culto a los lagos.

Este es un ejemplo notable, pues el cristianismo por esa fecha ya era la religión oficial del Imperio romano.

[nota 9]​ En efecto, por los testimonios recogidos indirectamente por autores clásicos, se cree que para los pueblos célticos, ciertos elementos de la naturaleza poseían un carácter divino o sagrado.

Era costumbre celebrar las kalendas de Jano, un rito pagano que coincidían más o menos con el principio del año.

Esta mascarada invernal actualmente solo se conserva en la localidad de Silió, pero hasta principios del siglo XX se celebraba en los valles de Iguña, Anievas y Toranzo y, a juzgar por algunos indicios, debió estar muy extendida por Cantabria en épocas antiguas.

O la del Hombre Pez, un joven de Liérganes al que le gustaba nadar y que desapareció en el río Miera, siendo finalmente encontrado en la bahía de Cádiz transformado en un extraño ser acuático.

Autores como Adriano García Lomas, en su reconocido trabajo sobre mitología montañesa, o Manuel Llano Merino, pionero en la recopilación de narraciones populares y lírica tradicional, han permitido redescubrir mitos arcaicos rescatados del folclore de la región.

Centrándonos en estos últimos, es importante mencionar que el cuento en Cantabria se sitúa entre las narraciones mitológicas y las historias triviales.

Esto se evidencia especialmente en la moraleja, que puede ser implícita o incluso explícita en algunos cuentos.

[39]​ Así mismo, conocidos autores como Gustavo Cotera, Isaac Sánchez o José Ramón Sánchez entre muchos otros, han desarrollado a través de estos seres elementales sus propias narrativas en artes visuales como el cine, el cómic, la pintura o la escultura.

La mascarada de La Vijanera en Silió , de origen prerromano , es la muestra viva de la supervivencia de los cultos arcaicos a la naturaleza en Cantabria. [ nota 1 ]
Estatuilla en bronce del Neptuno cántabro encontrada en el monte Cueto , cerca de la actual Castro-Urdiales . Esta figura, que tiene un delfín en un mano y, supuestamente, un tridente en la otra, probablemente sea un exvoto a esta deidad marina depositado en este monte santuario indígena. [ 3 ]
Una de las estelas cántabras de Barros, datadas entre los siglos IV y I a. C. Sus bajorrelieves de anillos, aureolas de triángulos y el tetrasquel se relacionan con símbolos solares y crecientes lunares.
Vista de Torre Bermeja (2400 m) y Peña Santa (2596 m), en el Macizo Occidental de los Picos de Europa .
Ara votiva a Erudino proveniente del Monte Dobra y depositada en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria . Los cultos paganos pervivieron en Cantabria hasta épocas muy avanzadas.
Bayas carnosas del tejo o arilos . Este árbol mítico quizá sea el más representativo de Cantabria y ha sido plantado con frecuencia junto a edificios singulares. Antiguamente, al terminar de construirse una de estas edificaciones, se plantaba próximo un tejo como árbol testigo.
Flor del saúco o sabugo.
A través de los mitos los hombres buscaban respuesta a los hechos de la naturaleza que les parecían inexplicables. En la imagen los Cantos de la Borrica en los puertos de Sejos , bloques erráticos de origen glaciar . La mitología cántabra justifica la presencia de grandes rocas como estas en brañas y camberas por la acción perversa del Ojáncanu.
Cambera en el monte Vizmaya. En la espesura de los bosques y caminos la mitología montañesa sitúa a espíritus y seres mitológicos, intentando dar respuestas al miedo a lo desconocido.
Estatua dedicada al Hombre Pez de Liérganes , situada junto al río Miera .