Desde 1621, la actividad naval española en el Canal se había centrado en evitar el conflicto directo con la superior flota holandesa, al tiempo que atacaba a sus barcos mercantes desde bases en Dunkerque y Ostende.
Las pérdidas en ambos bandos fueron mínimas, pero Oquendo se refugió en The Downs, un fondeadero entre los puertos de Dover y Deal, donde estaba protegido por la neutralidad inglesa.
El 21 de octubre, los holandeses entraron en las llanuras y atacaron a la flota española con brulotes.
Incapaces de maniobrar en las estrechas aguas y con el viento en contra, los españoles perdieron alrededor de diez barcos capturados o destruidos, mientras que otros doce se encallaron deliberadamente para evitar ser capturados.
En el Canal se encontraba a la espera el almirante holandés Martín Harpertz Tromp, con pocas naves.
En estos tres días de combate, los contendientes agotaron toda la pólvora y municiones.
Tromp entró en Calais, donde el gobernador le facilitó quinientas toneladas de pólvora, reparó sus buques, pudo desembarcar a los heridos y, en veinte horas, estar de nuevo en la mar listo para el combate.
A los ingleses les disgustó la decisión española, y el enfado se agravó por no haber saludado Oquendo a la bandera inglesa del almirante Pennigton, que se encontraba fondeado en la rada.
Este mantuvo una escuadra fondeada en la salida de la rada y otra navegando por el Canal.
Lanza sus brulotes sobre la escuadra fondeada, pero los españoles pican amarras y se hacen a la mar.
La batalla se entabló con los galeones españoles peleando aislados contra fuerzas cinco veces superiores.
De los que habían varado en Los Bajíos (The Downs), nueve consiguieron llegar a Dunquerque.