[4] Como han destacado Ángel Bahamonde y Jesús A. Martínez, «en la estrategia imperial España no dejaba de ser más que una pieza satélite del sistema.
Podía esperar a realizarla sin derramar sangre; las disensiones de la familia real la habían manchado con el general desprecio», escribió también.
Sería difícil devolver a Carlos IV al trono: su gobierno y su favorito son tan impopulares que no durarían ni tres meses.
España esta llena de coraje y hallarás allí todo el entusiasmo que se ha levantado en un pueblo poco acostumbrado a las pasiones políticas.
Ante esta negativa Napoleón recurre a su otro hermano Jerónimo Bonaparte ―en una fecha indeterminada pues no se ha encontrado la carta original del ofrecimiento―, pero este también rechaza la Corona española.
Los cada vez más frecuentes y angustiosos despachos del nuevo embajador francés en Madrid conde de La Forest pidiendo a Napoleón que acelerara el proceso no surtieron efecto.
[102] Así pues, como ha destacado Juan Mercader, «el proyecto de Constitución venía a la Asamblea bastante maduro y bien poco pudo ésta alterar».
Terminaba diciéndole: «Yo me hallo embarcado, sin haberlo solicitado, en este sistema, que he creído y creo aún la única tabla de la nación…».
[175] El historiador Manuel Moreno Alonso comenta: «La movilización mental que se hizo en España en su contra fue de proporciones gigantescas.
Tomará especial cuidado, por lo tanto, en no perder ninguna oportunidad de adquirir nuevos laureles que parezcan estar a su alcance», le dijo.
[193][202][203] En su huida hacia el norte las tropas francesas, desobedeciendo a sus mandos, cometieron todo tipo desmanes, incluyendo saqueos, violaciones y profanaciones de iglesias.
[215][216] Sobre esta medida el embajador Laforest comentó lo siguiente: «Ahora tan sólo serán hechas presentes aquellas personas ligadas, de grado o por fuerza, pero irrevocablemente, al nuevo monarca».
Tal vez sacando fuerzas de flaqueza, fue el primero en hacer frente a la situación», comenta Manuel Moreno Alonso.
La carta finalizaba así: «Deseo probar a Vuestra Majestad la sinceridad de mis sentimientos y mi confianza en Vos.
«Creían, ¡pobres ilusos!, que con las parciales victorias obtenidas habían logrado terrorizar y hacer huir a los franceses», escribió años más tarde Mesonero Romanos, entonces un niño.
[234] Durante los quince días que estuvieron en Burgos, Napoleón y José I las tropas imperiales cometieron todo tipo de desmanes.
[281] El 8 de diciembre José Bonaparte le escribió a su hermano: «La vergüenza cubre mi frente ante mis pretendidos súbditos.
[296] «Si es verdad que el acogimiento popular no fue nada cálido, al menos los espectadores se mantuvieron dentro de una continencia respetuosa», según Juan Mercader Riba.
«Para Napoleón, España era un país conquistado, del que obtener tributos y ser gobernado en el interés de Francia.
Lo presidiría el propio rey, aunque podría delegar la presidencia temporalmente ―José I insistió en que su consejero Miot de Mélito pudiera participar en sus sesiones―.
Ha delimitado perfectamente el partido del gobierno, y le ha dado una energía de la que carecía, ha desenmascarado finalmente a los hipócritas».
[377] «La victoria de Ocaña fue para José I mucho más decisiva que cualquiera otro éxito parcial anterior… El horizonte político-militar, pues, parecía despejarse definitivamente», ha afirmado Juan Mercader Riba.
[383][385] «Las cantidades robadas eran tales que los oficiales generales saqueadores habían instalado en la frontera francesa hornos para fundir el metal preciso en lingotes», ha señalado Thierry Lentz.
[408] Según Manuel Moreno Alonso, «fue un tremendo error... Su ejército perdió unos días que habrían sido preciosos para poder dominar Cádiz.
[463] «El Emperador, como exteriorizando unos recelos mal contenidos, adoptó una resolución incomprensible y que daría al traste con la política josefina en España.
Su fiel Miot de Mélito le acompañó tras meditar si se quedaba en París y tras volverle a aconsejar una vez más que abdicara.
[651] Así se lo comunicaba José I al mariscal Louis Alexandre Berthier, jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial y Príncipe de Neuchâtel: «El hambre es nuestro principal enemigo en este país, y si las pocas tropas que guardan en Madrid, Buitrago, Toledo, Segovia, Manzanares y Somosierra las comunicaciones del Ejército del Centro deben ser reunidas para asegurar mi posición en el momento en que se verifique la siega de las mieses, existe el peligro de que todos los campos serán arrasados y quemadas las cosechas si no tienen la debida protección, con lo que la evacuación de España se haría entonces inevitable».
Los cuatrocientos o quinientos prisioneros españoles que llevaban con ellos fueron liberados y toda la correspondencia sería publicada por la prensa de la zona «patriota».
[720][695][721][694] Según Thierry Lentz, en realidad Soult solo abandonó Andalucía cuando recibió una orden directa del ministro imperial de la guerra, el general Clarke.
Al año siguiente sufrió un ataque de apoplejía y en 1841 consiguió por fin la autorización para poder ver a su esposa en Florencia.